Las Casas Colgadas son un conjunto de edificios civiles situados en el borde este de la ciudad antigua, suspendidas en una roca junto a la Hoz del río Huécar. Hoy solo perduran una pequeña parte de ellas, en concreto tres casas y sus balcones de madera.
Se
tiene constancia de su existencia por primera vez en el s.XV gracias al
descubrimiento de unos documentos datados en esta fecha. Su origen es incierto,
aunque la mayoría de los investigadores lo sitúan a principios de la Edad
Media.
Las
Casas Colgadas han pasado por restauraciones y remodelaciones, siendo la más reciente
la realizada durante la década de 1920. A lo largo de la historia han tenido
diversos usos: casa particular, Casas Consistoriales...
Casas Colgadas antes y después de la restauración. Fuente: Google imágenes
En la actualidad albergan
el mesón “Casas Colgadas” y el Museo de Arte Abstracto Español, perteneciente a
la Fundación “Juan March”, del que podéis encontrar más información en el
siguiente enlace: http://www.march.es/arte/cuenca/?l=1
LA
LEYENDA DE LA CASA DE LA SIRENA
Una
de las tres Casas Colgadas, la Casa de la Sirena recibe este nombre gracias a
una historia que, conocida, hace aumentar el valor turístico de este recurso.
El
infante Don Enrique de Trastámara, allá por el siglo XIV, se enamoró de una
joven conquense llamada Catalina. Pasaron mucho tiempo juntos y Catalina acabó
quedándose embarazada.
Por
motivos de guerra, Don Enrique tuvo que salir de Cuenca y mandó a la corte que se recluyeran a Catalina y a su hijo en
una casa a pie de la Hoz del río sin que
se supiera de esto en la ciudad. Don Enrique mató a su hermano en una disputa y
se acabó proclamando Enrique II de Castilla, se casó con doña Juana y tuvo un
hijo, olvidándose así de Catalina y del
hijo que tenía en Cuenca.
Un
hechicero le dijo al rey, que era muy supersticioso, que tenía la mano manchada
de la sangre de su hermano y que esto le podría pasar a su propio hijo. Para
que la historia no se repitiera tenía que matar a su hijo bastardo en Cuenca.
Entonces, el rey mandó a sus tropas a Cuenca a arrebatarle el hijo a Catalina.
La
gente de Cuenca contaba cómo se oía a Catalina llamar a gritos desesperadamente
a su hijo, hasta que un día presa de su locura se lanzó al vacío por una de las
ventanas que daban a las Hoces. Los vecinos de la ciudad aseguraban que por las
noches todavía se podía escuchar los gritos de Catalina que se asemejaban a los
cantos tristes de una sirena.
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